With me

With me
Música, amistad y AMOR... ¿a qué esperas para sumergirte en esta historia llena de sueños? ¡Haz clic en la imagen y descubre With me!

viernes, 16 de septiembre de 2011

Relato: mi propio Universo

Las nubes se habían refugiado en algún lugar, huyendo quizás de la noche oscura, y varias lucecitas acogían bajo sus sábanas amarillas resquicios de vida, creando constelaciones sobre los muros de ladrillo gris, y dejando una estela tenue sobre la acera.

Respirando una brisa fresca empapada con el sabor del silencio, me di cuenta de que la calle, tan inquieta y ruidosa durante el día, era un mar en calma cuando el Sol no miraba. Yo era una pincelada casi invisible en alguna parte, en compañía de un mp3 apagado y de un cigarro que se llevaba, con cada calada, el aroma que desprendían las flores del balcón contiguo, ofreciéndome a cambio el olor amargo del humo.

Lo llevé a mis labios para escuchar una vez más el sonido del tabaco consumiéndose, y luego lo apagué en el cenicero mientras una nube gris, la única que ensuciaba el cielo, se desvanecía hasta no dejar rastro.

Una ráfaga de viento arrastró la ceniza, y un murciélago atravesó con rapidez la calle, como una estrella fugaz que hubiera perdido su luz. Pronto perdí de vista el batir de sus alas y su voz aguda, y por un momento pude sentirme identificada con aquel animalillo: la noche, sin duda, era una buena elección. Quizás el día lo destapaba todo, haciendo de la imaginación algo inútil.

Sobre mí, las estrellas me invitaban a saborear un paisaje lejano y, por otro lado, siempre al alcance de mis ojos; familiar pero al mismo tiempo desconocido. Me hacían preguntas que yo me esforzaba por resolver.

Pero nunca había respuesta.

La Luna me miraba resplandeciente, con una blancura impecable y casi cegadora, y yo le sonreí con complicidad mientras las hojas de los árboles se abrazaban, empujadas por la brisa, para regalarme una melodía perfecta.

Se respiraba soledad. Pero era una soledad dulce...

Escuché a mi espalda el sonido de la puerta al abrirse. Y luego unos pasos lentos, cálidos. Sus pasos. Sentí sus labios acariciarme la piel del hombro, y sus manos recorrer mi vientre, con una ternura irresistible. Incliné hacia atrás el cuello y rocé su mejilla con la mía.

Olía a jabón y a hogar.

-¿Qué haces aquí tan tarde? – Su voz era un susurro que se deslizó sobre la oscuridad sin llegar a romper el silencio, sin perturbar la calma –. Te echo de menos.

Me di la vuelta. Y sus ojos, oscuros pero llenos de vida, me atraparon por completo. Su rostro, recostado sobre la palma de mi mano, me aceleró el corazón.

Y, con un beso, dejé atrás el cigarro, la Luna y las estrellas, y cerré los ojos envuelta en los brazos de mi propio Universo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario